Asco
Asco, mucho asco, el que provocan esos señores que se exhiben sonrientes junto a una muñeca hinchable.
Hecha un asco su mente, muy sucia, en contraste con su inteligencia, muy escasa.
Y no hacen ningún asco, es decir, que lo aceptan de buena gana: el regalo, el chiste, el desprecio y la grosería, la inmundicia y descaro con que representan esa autoridad que no se merecen. Cobardes.
Son un asco: indecorosos, despreciables. Y, sin asco, es decir, sin escrúpulo ninguno, se muestran en su atropello, se reafirman en su error y, para quedar bien, piden disculpas edulcoradas.
Señores: ustedes, sus sonrisas, su exhibición, su cargo, su poca vergüenza, dan muchas, muchas, pero muchas ganas de vomitar. Son ustedes de una repugnancia que avergüenza.
Posdata 1. Inspirado en el «regalo» que una asociación empresarial ha hecho al ministro chileno de economía, que resulta ser una muñeca hinchable con un papel que tapa su boca y dice así: «Para estimular la economía».
Posdata 2. Como todo gira en torno al asco y al vómito de repugnancia que provocan estos individuos, qué mejor hilo que el de las acepciones de la RAE para el término » asco».