Bello durmiente, descansa al sol
En marzo, a mi gato le quedaban tres vidas. Estamos en septiembre, solo le queda una y ya se le está acabando. Duerme todo el día sobre la cama y la respiración es aún más queda que de costumbre. Regula las pocas energías que le quedan para saltar convincentemente desde la cama al suelo y maullar en un gritito extraño por algo de comida. Ahora solo pide una vez al día.
Las últimas veces le veía extraño y sentía como si cometiera una especie de proeza al saltar; con gran dignidad retomaba el equilibrio al escurrirse sobre la imitación de madera del suelo, me recordaba a alguien mayor que disimula cuando pierde el equilibrio, cuando hace un escfuerzo que le supera pero que hace como si no fuera con él la edad. Y es que Blanquito tiene casi trece años.
Y es que fue en 2005 cuando vino de Lisboa, cuando le trajimos en avión desde el bairro de Graça. Este gato alfacinha ha vivido muchas vidas, y yo con él las he vivido todas. Siento que con él se irá gran parte de mi vida, me pregunto si habrá algún secreto que sólo conocemos los dos y pienso si aún nos dará tiempo a vivir alguna aventura que solo conozcamos él y yo. De momento, en la habitación estamos solos, compartirmos cama durante todo el día y tengo instalada en casa una repentina habitación de hospital con una bolsa de suero colgada de una percha.