Hacía mucho que no me sentía tan a gusto conmigo. Ni siquiera sé si alguna vez había estado así antes, tan manifiestamente.
Todo lo que contengo, toda la vida que he transitado, todos los estados, mis caminos y mis tropiezos. Todas las formas que en mí han encontrado molde, las caídas, las confrontaciones, las preguntas feroces, las inconsistencias, las traiciones, los compromisos, los equívocos, las contradicciones, los amores, las huidas, los encuentros, el destierro. La emigración al sur del sur, el bello encuentro con la luz.
Decía, sí, que me encuentro bien en mi piel, ahora que he pasado los setenta (kilos) y que me ronda volver a la dieta que tanto sufrí y odié con los quince (años). Ahora que paso los cuarenta (x 365 días vividos), ahora que por fin entiendo y constato que con 24 no era posible esta madurez, que no me recrimino no haberla encontrado con veinte años menos. Ahora que miro atrás (menuda fuerza en los últimos – dos, cuatro, diez- años) y veo en los últimos cuatro meses cómo mi cuerpo-voz han dado un estirón y cómo han aparecido personas en mi vida tan diferentes y tan ricas en mi vivir el día a día. Tan poderoso el vínculo que creamos las personas.
Decía que hace tanto que no me sentía así, quizá nunca antes lo había sentido, me había sentido capaz, plena, poderosa, todo conteniendolo en mí. Todos mis síes, todos mis noes. Mi experiencia en vida, tanta, mi sentido común, mi ímpetu organizador, mis inquietudes.
Poderosa y serena. No hablo de ese sentir todo por hacer en una mañana eufórica de primavera, en que todo se diluye cuando se pone el sol y con la oscuridad aparecen los miedos y las sombras y ya se ha desvanecido el camino. Hablo de una base, de una tierra bajo mis piernas.
Un amigo que aparece y te recuerda todo eso y te ves con sus ojos y recuerdas, recuerdas cómo eras, cómo eres, lo que siempre has sido que permanece, y ese relato que te hacías a ti misma ves que ha desaparecido y que ya eres capaz de relatarte magnánimamente. Y hablar de tu fracaso y sentirte orgullosa de contarlo, orgullosa por igual de tus logros y feliz de haberlo vivido y estar aquí y utilizarlo para seguir viviendo y que ese sea tu alimento. Tú, tu propio alimento.
Ser, yo, la que me contiene, ser yo, mi propio alimento.