Aquí estoy, nombrando el fracaso de no-ser-lo-que-se-espera-de-mí.
Mi único amor es un gato. Un gato sucesivo. El que muere y el que renace. Un gato que hubo y otro que está siendo, y así será.
Mi verano se conforma de lecturas bajo un emparrado, frente a una fuente, junto a una tinaja. Mientras mi único amor juega con una baya de ciprés. Lo prometido que llega y juega con el fruto del árbol de los muertos.
Mi familia que se compone de mí y de mis libros, y de algunas personas que van quedando en mi corazón de una u otra manera, con las que voy conviviendo. Pues la familia ¿no será algo coyuntural, que está a veces, y otras veces, ni está ni se la espera? ¿No existe una familia fluída? Sí existe una familia extendida, que se celebra con cafés y paseos, algunos bailes, siempre en movimiento, somos agua que salta sobre las piedras. Y conversaciones largas, muy largas.
Todo tiene que ser nuestro aquí, ahora y siempre. ¿No podemos establecer relaciones casuales, temporales, fortuitas, coyunturales? El posesivo que nos delata.
Adília Lopes, Sophia de Mello, Las Tres Marías, Marquesa de Alorna, Paul B. Preciado, Virginie Despentes, Raquel Freire, Virginia Wolf, Pilar Adón, quiero que sigan siendo mi familia este verano y sucesivos estíos.
Y así disfrutar de mi patio vacío.
Devastada era yo misma como la ciudad en ruinas
Que nadie reconstruyó
Pero en el sol de mis patios vacíos
La furia reina intacta
y penetra conmigo en el interior del mar
Porque pertenezco a la estirpe de aquellos que se sumergen con los ojos abiertos
y reconocen el abismo piedra a piedra anémona a anémona flor a flor (…)
buscando el bosque en la ciudad 