He leído el relato de Paul B. Preciado, me ha gustado ese absurdo que nace cuando todo es incierto. En París… Me he desengañado: los buzones no son (¿también?) amarillos. Allí, los que son amarillos son los chalecos, los gilets jaunes.
Otra de las ocupaciones posibles durante este encierro, escribir. Escribir ya lo es. Escribir alguna carta de amor, salir a tirar la basura. Lo que sí haré a continuación es retomar mi diario, el otro, el que nadie más lee. Sigue siendo un lugar al que acudo y que me habla de dónde estoy, recordándome cosas que he escrito y que después, a veces, he olvidado. Como si lo hubiera soñado. Momentos vitales. Decisiones. Intuiciones. Voy escribiendo mi camino.
Ayer comencé el libro de Teresa Wilms Montt, Diarios Íntimos, y aunque no llegué a sus escritos (se me cerraban los ojos) y me quedé en la introducción, me ha atrapado el ambiente, los retales que he podido leer. Lo deseaba tener y leer hace mucho, no logré encontrarlo en la edición agotadísima de la (extinta) La Señora Dalloway y acabé encontrándolo en la edición chilena de Alquimia Ediciones, a partir de la cual se editó la de Dalloway. Bonito encuentro.
Lo pedí a comienzos de febrero y tardó en llegar casi 1 mes. Hasta ayer no llegué a quitarle el plástico que lo envolvía. Ya está conmigo.