He visto a la vecina de enfrente recoger todas las pasminas, esta vez sí, primorosamente colgadas. He cogido la costumbre de comer en la ventana de la parte de la casa en la que da el sol. Apoyo el plato en el alfeizar y ahí, de pie, saco la cabeza y dejo que el sol me caliente y me reconforte. Hoy, además, he sacado un libro y he estado leyendo lo que ayer comencé de Thèrese, ha sido el mayor lujo de estos días.
Desde esa ventana, hoy, he visto a la policía tomar los datos a unos vecinos que estaban en ese momento en la calle.
Hoy también ha cambiado la hora. Mañana dispondré de una hora más de sol por la tarde para seguir con el plan de autocuidado. Sé que tengo suerte de poder hacerlo, y suerte de poder decir que a mi alrededor todos estamos bien, los más cercanos. Tengo amigas que ya no pueden decirlo. Las pienso conmigo.
Cuidar los afectos, no enloquecer, tratar de descansar, mi objetivo de estos días.