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Para este día, 25 de noviembre, quiero recomendar a la escritora Marta Sanz, a su obra y a lo que subyace en su palabra, en su discurso. Que la conozco gracias a mi hermana, Merce Feijoo, que es una gran fan de ella y de sus libros.
Lo primero de todo, por ser una mujer, escritora, que se dedica a este «digno oficio», como ella misma lo denomina. Después porque en su discurso, ese que supone posicionarse, tomar un lugar ante la vida, ante lo social, ante lo político, se posiciona con las víctimas del capitalismo avanzado: nosotras, las mujeres.
Tercero, porque se coloca en ese lugar y representa muy bien a las mujeres, ese papel que nos ha sido dado si preguntarnos, pero pisándonos, antes, por si nos rebelábamos.
Y cuarto, porque lo hace muy bien, construye personajes femeninos muy bien perfilados y son de verdad. Y sufren de verdad, y luchan y viven de verdad.
Porque, como ella misma dice en esta entrevista: “me tomo muy en serio cualquier discurso literario, artístico, que se introduce en el contexto de lo público, pues crea ideología. Desde “Cuando Harry encontró a Sally, o determinados anuncios en Tv, o como una obra de Isaac Rosa o cualquier otro escritor…”.
“El lenguaje, la literatura, es performativa, construye realidad. La ficción es verdad, forma parte de esos instrumentos que después van a construir nuestra sentimentalidad”.
Y porque lo neutral no es lo masculino.
Y porque dice que se vio en un momento de su vida: “Incapaz de separar mi dolor físico de mi dolor social y mi dolor psicológico.” Y se dio cuenta de que “era algo que le pasaba a muchas otras mujeres”. Eso le ocurrió mientras escribía Clavícula. Que es una mujer llena de cargas a quien le duele la clavícula y no puede separar los dolores, los unos de los otros.
Y porque en sus libros, Marta Sanz, habla sobre las mujeres, las primeras víctimas del capitalismo avanzado y de la precariedad.
Y porque Marta Sanz, como yo, cree que “el feminismo puede ser una palanca de cambio, pero no solo para resolver las desigualdades de género, sino para resolver también la de raza, de clase, de salud precaria…”
Y porque ha escrito Pequeñas Mujeres Rojas, sobre memoria histórica, la guerra, las mujeres. Y que me dejó en un estado parecido al de shock. Y por black, black, black, otra maravilla. Y por crear a Paula Quiñones. Y a Luz. Mujeres que ya caminan conmigo.
…
Y os leo la parte de atrás de Pequeñas Mujeres Rojas.
“En un homenaje a Hammett y Rulfo, a Peter Pan y Alicia en el País de las Maravillas, Sanz disecciona los relatos sobre la memoria. La escritura escarba fuera y dentro, a vista de lombriz y de águila, antes y después, en un magnífico trabajo con el punto de vista que no abole la noción de Historia. pequeñas mujeres rojas prolonga la posibilidad de la novela política: las voces de la ficción amplifican los miedos de quien toma la palabra y escribe, de modo que todas las voces son la misma y, a la vez, esa sola voz integra una polifonía de ecos, jadeos, gritos, carcajadas, psicofonías y onomatopeyas para imponer silencio: «Chissss.» Las voces se funden en un fresco sobre la violencia, económica y cultural, que se encarniza contra el cuerpo de mujeres que, rotas, no son hermosos fetiches, sino carne que duele. Sanz muestra, a través del estilo, su sistema nervioso personal: plantea una aproximación bella y extrema al lenguaje para visibilizar lo obsceno, lo cruel, lo que no se nombra, a través de marcos no estereotipados, subversivos, juguetones, libres. Puro barroco rojo contra la anorexia intelectual.
Con pequeñas mujeres rojas se cierra la trilogía del detective Arturo Zarco, un prisma en el que unos textos se transparentan en otros. Memoria del cuerpo y cuerpo de la memoria en los tiempos de una ultraderecha, local y universal, que nunca se marchó. Ni esta novela ni sus hermanas son ortodoxamente negras, y, sin embargo, son más negras que el betún.”