«La mujer abolida»: todas las Evas

. La mujer abolida, dibujada por Leticia Vera para el libro de poemas del mismo nombre

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«Sentada aquí, sigo sin tener respuesta. Elijo las palabras, las voy ordenando. Ese acto encierra la esperanza de que permanezcan, de que no se trata de un esfuerzo inútil.

«Hay que dejar constancia.
Los acontecimientos siguen a los acontecimientos como la vida sigue a la vida.»

«Hace ya un tiempo que me senté a dejar constancia escrita de este testimonio, no recuerdo cuánto. Han sido días de profunda soledad porque así se afrontan las vidas tras vidas por las que una ha transitado.

El Evangelio según María Magdalena,
Cristina Fallarás

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Vuelvo a este libro, vuelvo a escribir sobre él. Regreso a interrogarme a este lugar donde huele a sexo, a fluido confundido con el olor del mar, donde la putrefacción de la carne se mezcla con la tierra para dar su fruto para dar su flor. Olor a sangre que sale de la herida. Donde pisas las limaduras del hierro de los instrumentos de tortura y se te clavan en las plantas con cierto goce. Y el sudor en la sábana. El sudor ácido en lo cóncavo. La piel y el esparto de la soga. Saliva-flujo-roce-dedo-hueco-lengua-semen-agujero, piel-agua-sueño. Noche. Grieta. Peligro. Juego.


Había colocado una notita amarilla avisando de las páginas vírgenes, pero escribí sobre La Mujer abolida obviando 40 páginas, aquellas donde las mujeres no míticas hacían su aparición en «Los harenes feroces». Donde «(…) todas ellas forman un remolino alrededor de mi cama», «todas ellas se comportan como anti-deidades similares a la mujer que hay en el viento a veces».,

«Todas nadan en una pecera gigantesca,
todas ellas anteriores a la cibernética,
anteriores a la tecnología
y a la documentación histórica
pero también anteriores al viento primigenio.»

Y llego al museo de las Evas, así lo he denominado, donde me encuentro una enumeración de mujeres y fechas, una enumeración patriarcal de fechas de pertenencia, de fechas de caducidad, de ¿valor de uso? ¿de mercancía? Y entonces encuentro en un simple poema esa gran gesta, ese «Uomini mei» de Alda Merini que, cada cierto tiempo, me imagino escribiendo: Se me dispara la imaginación y me recreo en el hombre caballo de cuerpo atlético y piel de seda, el hombre de cuerpo comestible dulce como chocolate, el hombre rana de los saltitos en la cama, el hombre mosquito, por insignificante, el hombre-buitre, el hombre-abrazo, el hombre-pelo, el hombre-padre, el hombre-amigo, el hombre-agua, el hombre-huracán, el hombre-mar-verano-beso, el hombre-arena…

Y el no-mito y la amada no mítica requieren ahora mi atención y olvido a las vanesas y aracelis y dejo atrás la disección. Y pienso en las amantes y en los amantes que (no) querrán ver sus nombres en antologías del derrumbe, en antologías del sexo, en antologías del desastre amoroso, de la pasión; de la devastación y la carne. Y me adentro.

«Tumbado
dentro del remolino antimítico
me adentro
primero en el no-relato de la ensoñación
donde ella y yo y sus símbolos somos entes sin tiempo,
……ella y él somos el eco de unos disparos,
……ella y ella somos ramas que escapan de una vitrina,
somos todas las cosas a la vez

……un letargo a-histórico,
……un punto inenarrable,
……un paréntesis sísmico,

esclusa tras la cual nos adentramos
poco a poco
en la discursividad del sueño


…………..en el que
……cada noche
……una amada de fuego es cocinada.

……Esta noche de nuevo,
……brota un horno en mi sien,

……de su boca escapa una cometa
…………pacífica
…………ridícula,
…………legendaria.

Se trata de una emergencia. (…)»

Y pienso en este mercado. Y pienso en la imposibilidad de volver a la ingenuidad de la mente y acabo por decretar la ingenuidad de las pieles y de la carne y de los cuerpos, que sabios y resabiados, encuentran un punto primigenio de placer en el que soñar que (se) es primero. El primer dolor, la primera punzada, el primer estremecimiento. Entretanto, la mente se disuelve en otros mares.

Intuí que con este libro me precipitaría, acercándome al abismo. Acelerando las páginas, lo releo. Luego, miro de reojo la portada en la alfombra, en la mesa, en la cama, sobre la encimera, en la acera, es como un recorrido necesario para seguir pensándome, para seguir pensándonos, y seguir reflexionando mientras voy dejando atrás esto mismo que leo, escribo, recuerdo y exorcizo. Hay momentos en que me apetece mucho reír, y río. Otros, me elevo, cierro los ojos, recreo. Hay otros que son como una bofetada, siento el impacto del golpe en el propio cuerpo. Tengo que seguir con estas 40 páginas. Me encuentro con «Vuelen o no», ¿contestando? o sobrevolando a Oliverio Girondo, el que no perdona a las mujeres que no sepan volar.

«Si no aman para convulsionar el mundo de la mercancía
……[de forma permanente,
si al copular no se comprometen con la destrucción del
……[orden social burgués,
-hasta el momento de la quiebra del yo-
pierden el tiempo conmigo.»

(…)

«si no aman hasta la desesperación,
hasta la ilegalidad,
hasta el asesinato
-hasta el momento de la quiebra del yo-
pierden el tiempo conmigo.»

Me encuentro con «Él iba arañando esa piedra y excavando». «(…) Caerse dentro/Quedarse allí durante dos minutos.» «Mirada clavada en al certeza de su cuerpo».

Me detengo en «Semejantes a arder» que, junto con «Acaecer-cuerpo», y «Ella prellega», quizá se una a mis poemas preferidos hasta ahora, a los que un poco más a delante se les suma «Extraerse». Ir al encuentro de los cuerpos, nada más que cuerpos, aunque ir «contra cualquier tentativa de reconocimiento» pueda ser, también, huir.

Y «La lluvia adentro» y «El ministro nocturno»:

«Nos amamos por todas partes,/comprendemos el tiempo,/alrededor desplegamos la madrugada,/hablamos lenguas desconocidas,/nos convertimos en todas las cosas,/robamos todas las cosas,/aullamos sin darnos cuenta,/mientras la ropa va sumergiéndose,/nos robamos el ser en cada movimiento de hojas,/me masticas lentamente me tragas/lo haces despacio/hasta que yo eyaculo torpemente en la flor.»

Y «Dolmen número 7», que hay que recorrer muy despacio.

«(…)
Y no solamente eso;
cierras los ojos,
tocando por todas partes formas que nos abandonan,
……primero la transparencia
……después las sustancias opuestas de la transparencia.»

«(…)
mientras nosotros
nos hundimos para distinguirnos mejor.»

(…)

«tu sexo al descubierto
donde el viento»

«Nos arañábamos
cerca de aquella frontera que nadie había atravesado nunca.
Crucémosla,
entremos en el río que se desdobla.
Volveremos a ser ese río que se desbordaba
para hacerle el amor a tu tobillo
mientras rozas mi espalda.
Contaré hasta cien.»

Y «Extraerse», en el que hay también que detenerse, lentamente, leyendo al ritmo del amor. «dedo gemido»… «sorber decenas de milenios dentro»… «lamerse contagiarse» «turnos de habla/lanzar el dedo otra vez/perderse adentro de la boca/la rodilla mordida/como si nos acabáramos de conocer/muy atentos…».

Y «convertidos los dos en lluvia», comprender que «los dos» no es necesariamente, o nunca, un «nosotros».

Por amor, o por patología.*

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*Extraerse.
La mujer abolida.
Vicente Gutiérrez Escudero.
El Desvelo Ediciones.

Publicado por aurora efe

Trabajo desde una mirada poética y crítica. Desarrollo mi voz con reflexiones e investigaciones sobre cuerpo-voz, escritura, música, poesía y vida | Escribo | Narro | Traduzco | Traduzco poesía del portugués al español | Aprendiendo a mirar desde una perspectiva feminista y queer.

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