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Cocinar. Necesidad de centrar mirada y enfocar el tiempo, alimentar el cuerpo con el tacto y las texturas, con el color y la mirada. Oler, tocar, saborear. Utilizar las manos, concentrar la mente, saber que de ahi, de la búsqueda en la nevera y en la imaginación, saldrá algo único que durará unos instantes.
Partir un fruto, trocear de forma geométrica, recreándose el pulso, alcanzando un equilibrio estético sobre la tabla. Luego vendrá el desorden en la promiscuidad y calor del caldero.
El color, la forma, el chac-chac del cuchillo, la disposición sobre la tabla. El sonido del verano por la ventana: las hojas del árbol entrechocando suenan un poco como el mar, un mar de hojas verdes, de ramas que este año no podaron; alguna ventaja tendría que tener este caos pandémico, este desborde emocional, estas soledades conjugadas con el interrogante, la certeza de que el desastre-ya-está-aquí, del miedo, la vigilancia, el pasmo, lo necrótico de la vida llegada a un punto muerto.
Las chicharras siguen su canto insistente, encaramadas al mar de hojas; las chicharras navegantes de veranos frotan sus patas, ajenas al mar; las olas se levantan a quilómetros y prometen una nueva tempestad que todo lo arrasa. Fundaremos el mundo otra vez. El mar será ciudad. Y quedarán las hojas flotando y las chicharras navegarán las olas e instauraremos un nuevo orden en el que ellas reinarán y serán las jueces de todas las competiciones.
No hará falta enterrar a los muertos. La sal se encargará de hacer su parte. Y las chicharras, entre cántico y cántico, decidirán cómo hacer. Con los muertos, con los vivos. Seguirán cantando sobre el mar mientras nosotros, humanos vencidos en la tierra seca, nos repetiremos sedientos, como un mantra:
«Es urgente el amor».
Chapó el texto y la foto, buenísima!
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Gracias, querida, muy motivante recibir ‘feedback’, aunque virtual, de una amiga de carne y hueso… eso significa que hay alguien al otro lado… leyendo y pensando… Normalmente, suelo escribir al vacío…
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Creo que, muchas veces, esas palabras lanzadas al mundo, sí las recoge algún alma despistada. El tema, es que la mayoría de las veces, no nos atrevemos a confesarlo.
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Quien dice ‘feedback’, mejor dice ‘aliento’.
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