Agradecida a las que nos acompañásteis desde uno u otro lado. Os transcribo el texto de mi presentación y os dejo enlace al vídeo de la presentación, lectura y concierto.
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Muchas gracias a todas por estar aquí, gracias a Carmen Crespo y a David Mata, aquí arriba acompañando, apoyando y actuando. Gracias a la Fundación por prestarnos este magnifico lugar. Estamos en la Fundación Centro de Poesía José Hierro, por la que pasé fugaz hace unos años y en la que, cada vez que vengo, me siento en casa. Por eso, voy a aprovechar para proponer que transforme su nombre en otro, muy parecido: Fundación Casa de la Poesía José Hierro. Ahí queda, Julieta.
Gracias a la familia, amigas, compañeras, maestras, compañero, y a todas las que aquí y por redes, estáis, viéndonos. Gracias a Rosana González y a Johanna Díaz Torres de la Fundación por el cariño, dedicación y rigor.
Antes que nada, deciros que quiero hablaros de la amistad, del trabajo y el esfuerzo conjunto, aunque trabajo y esfuerzo, viniendo de esta cultura judeocristiana del sacrificio y la culpa… no haría falta entrar ahí. Pero sí quiero hablaros de la importancia de la amistad, la escucha y la colaboración.
Y también quiero hablaros de ser gato. De fijarse una en detalles minúsculos, de fijar la atención en cosas insignificantes pero que traen mucha riqueza (interior). Pues bien, fijándome en cosas insigificantes, poco remuneradas socialmente, hago de puente para que aquello, en lo que fijo mi atención en modo gato, llegue a materializarse de alguna forma y os llegue a vosotras.
También vengo a hablaros de sueños y de esperanza: con que una parte de lo que hago emocione y transmita ilusión, esperanza, a una persona, estoy satisfecha.
Para mí la poesía ha sido un lugar… un lugar, la poesía es un lugar, desde ese lugar he podido acceder al mundo. Tengo un escrito sobre Filosofía y poesía, llamado “Filosofía y horizonte” y que os invito a leer en mi blog: desdemiterritorio.com. En él cuento lo que significó para mí el encuentro con la poesía. También con la filosofía.
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Son tiempos, como todos los tiempos, en que es importante que tengamos acceso a nuestras emociones, y a expresarlas. Haciendo un resumen muy rápido, podríamos decir que la expresión de la emoción podría acabar en algo que sería una emoción materializada, y queremos seguir teniendo acceso a nuestras emociones y a poder mostrarlas y que circulen, que circulen por ahí en diferentes formatos.
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Acudí a lugares y encontré personas. Y a partir del encuentro se pudo establecer esta maravillosa colaboración. En una ocasión te vienen a buscar, como fue el caso de Erissoma y en la otra ocasión tú vas a buscar, como fui a buscar a Tomás Flórez. Son Tomás Flórez (en Asturias, ahora), por un lado, y David Mata (Erissoma), por otro, aquí hoy. Dos músicos, o ruidistas, o artistas sonoros, con los que he colaborado.
Y todo ello conformando un proceso muy muy gratificante. No comparable a cuando una persona está sola en el terreno creativo. Porque momentos de soledad los hay, los va a haber, son muy necesarios esos espacios.
Y esos espacios son esas habitaciones propias, esa habitación propia que reclama Virginia Wolf, para ella y para las mujeres. Que no la tenían porque estaban al cargo de toda la casa pero luego no tenían su propio espacio (ni físico ni interior). Tenían que estar siempre en la cocina o con las crías en los espacios destinados a tales labores y a esas crías. Decir por tanto que necesitamos nuestro espacio, no solo las mujeres, que sí seguimos necesitándolo mucho, y necesitamos seguir conquistándolo. Necesitamos todas las personas concedernos y que se nos concedan estos espacios. Y no solo las mujeres, claro. Porque… aprovecho además para decir algo con lo que seguramente casi nadie esté en acuerdo, pero es que para mí el género no es tan importante que exista en celdas blindadas y menos aún como forma interesada y catalogada de opresión. Por tanto creo que seríamos todes y que todes somos artistes y necesitamos nuestros espacios. Y pido que la vida cotidiana nos dé esos espacios para esa creatividad y para poder ser felices expresando cada une a su manera.
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Ahora os voy a contar qué han significado para mí estas dos creaciones, estas dos colaboraciones y su materialización en sendas plaquettes y creaciones sonoras.
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Abro el siguiente texto con una frase de Alfonso Sánchez inspirada en su lectura y escucha de “bosque indefinido”. Y que apela a formar parte del todo.
Que además creo que está entre el público. La frase dice así:
“tú eres pájaro y eres ave cantora de este bosque.”
Bosque indefinido como territorio sonoro. Al principio, fue la música.
Bosque indefinido como espacio, como densidad no corpórea que se eleva desde aguas profundas hasta llegar a la copa de los árboles.
Bosque indefinido como un eco, agujero donde suena el tiempo que no marcan los relojes, fuera de los mapas y del trajín de los días.
Bosque indefinido como materia adherida a la piel por dentro, madera como maquinaria que cruje desde el interior del cuerpo para hacerlo caminar.
Bosque indefinido como paisaje. Bosque indefinido como territorio sonoro. Bosque indefinido como materia sonora que Erissoma trae hasta nosotros, piedrecilla a piedrecilla, sorbo a sorbo, porción a porción, pájaro a pájaro, gota a gota, aleteo con aleteo, reflejando en el cristal los ecos de lo que podría ser, o dejar ser, hoy, en nosotros, el bosque. 5.50
Con Bosque indefinido, creación sonora nacida en los meses previos al verano de 2020, Erissoma ha creado una nueva composición que evoca un lugar indefinido que, si escuchas con todo el cuerpo, podría hacer surgir, para ti, donde estés, un bosque.
El proceso de trabajo y creación
Para este trabajo, partiendo de una atenta escucha, he transpuesto las emociones suscitadas por este Bosque indefinido a palabra. El resultado son cuatro poemas que encarno con mi voz,, que acabáis de escuchar. Y sobre los que, a su vez, partiendo del eje central del tema original, Erissoma compuso nueva música para tejer conjuntamente nuevos espacios en este bosque.
Contar con David Mata es un sueño que se materializa y que me produce mucha alegría. Sus composiciones me han acompañado en muchos de mis momentos creativos, y en aquellos en que necesitaba silencio, y por tanto le debo mucho a sus creaciones.
Así que esto, esta plaquette, bosque indefinido, con la que iniciamos el camino editorial en mae d’água, este proyecto materializado: podría ser una forma de devolverle en forma de creación todo el agradecimiento que mi ser contiene hacia esa quietud que me proporciona su música, esa introspección en la que logro entrar casi sin darme cuenta cuando escucho sus temas.
Además, dado que el proceso de colaboración se ha ido extendiendo desde la época previa al verano de 2020, la motivación de la creación conjunta me ha proporcionado la posibilidad de transmutar todo aquello que era pulsión durante el encierro: la incertidumbre, el agotamiento emocional, el deseo de aire, y de bosque, el viaje, la posibilidad.
Estoy muy agradecida por esta materialización, esta bajada a tierra del deseo de aunar voz y música.
De cuando quise colorear la música y aprehender la belleza de la vibración sonora.
En la primavera de 2020 empiezo a escuchar de forma intensiva Northern Lights, un tema de ambient de Tomás Flórez, grabado en directo en Las columnas, Madrid, el 22 de septiembre de 2018.
El tema me acompaña en todo momento. Una y otra vez suena Northern Lights. Cuando percibo que está tan presente en mis días, siento la necesidad de transformar en algo material la escucha. Elijo seguir con el tema y ver qué me sugiere, qué podría crear a partir de ahí. Es también una necesidad de descender a tierra las sensaciones, lo abstracto, lo intangible, para transformarlo en algo que se pueda tocar. Para ello, entro en una especie de lugar de concentración fuera del que no existe nada más.
Entonces, en mitad de la pulsión, recuerdo que tengo un libro guardado, de los que encontré en alguna librería de viejo, esperando su momento, para ser intervenido. Como objeto es bello y resulta inspirador como reflejo de otra belleza, la de la música que me ocupa. Me pongo a embadurnar sus páginas de acuarela, con un color verde azulado con el que estoy obsesionada desde hace algún tiempo y que me parece en ese momento muy Northern Lights. Disfruto con el olor y la textura de la acuarela en sus páginas. Me mancho las manos, hay verdeazulado por todas partes. Por fin algo de materia. Las hojas, finas, de filo dorado, tipo biblia. Da gusto intervenir, manchar, cortar, perpetrar este libro. 9.11
La portada símil piel tiene grabadas unas hojas, y es de color verde hoja. Lo elijo porque me parece muy adecuado para el proceso en el que estoy, y, sobre todo, porque me parece que conecta muy bien con los trabajos de Tomás que realizan un acercamiento a la naturaleza, a través de la recreación de sonidos naturales con su guitarra procesada. Y que es una forma de acercar los sonidos del paisaje natural y recrear así paisajes sonoros. Los sonidos que consigue Tomás Flórez en directo, así como después del proceso de producción de los temas, resultan de una sonoridad bellísima y de una evocación sorprendente. Y yo trato de recrear, también, de alguna manera, algo a partir de lo que escucho. Este libro me proporciona la materia prima de la palabra para hacer surgir los poemas mediante la técnica del tachado, ocultando, desvelando.
Y lo sorprendente, además, es que los sonidos no son recogidos en un trabajo de campo, sino que surgen de forma sintética a través del manejo de la guitarra, procesada, y de los diferentes efectos que maneja. Pero somos capaces de escuchar sonidos, ruidos y “voces” naturales en sus temas. Apasionante.
Con Northern Lights, quise algo así como dibujar la música. Quise aprehender el color del sonido. Quise reiterar y dejar constancia de la belleza de una vibración sonora.
Medir el susurro
“Nunca he visto un sonido”, dice R. Murray Schafer. Sería raro decir: “He aquí el color de esta música”. Y, sin embargo, voy a decir: “He aquí el color de esta música. He aquí el color de Northern Lights, en tonos de acuarela. Y he aquí mi escucha de Northern Lights, vuelta palabra”. Así es como he visto yo ese sonido que sale de la guitarra procesada de Tomás Flórez.
Quise hacer una transposición en el papel de todo lo que me atravesaba cuando Northern Lights atravesaba primero mi canal auditivo y después se expandía por el resto del cuerpo. Quise atrapar lo que no se ve, quise dejar plasmado lo que no tiene tacto. Quise escuchar el llamado de lo sagrado, lo natural. Aunque, como dice R. Murray Schafer, “todos sabemos que no se puede medir un susurro (…).”
Por eso, sigo tratando de contar qué significa para mí Northern Lights, en un intento de devolver una parte de la belleza que me ha sido dado escuchar.
Destellos de luz atravesando la corteza
Northern Lights es una música que ya siento como mía. Me ha acompañado mucho, en muchos momentos. Diferentes, pero teñidos de encierro. Encierro como una corteza dura, opaca, por la que no pasa la luz. Y, sin embargo, hay unos rayos que sí logran atravesar. Y esos son los reflejos de las luces de Northern Lights. Que suenan, y atraviesan, piel, pulmón, carne, víscera. Y por dentro iluminan el cuerpo como un fuego en la oscuridad de la noche. El cuerpo, iluminado, empieza a emitir, a su vez, los destellos de luz hacia fuera.
Para mí eso ha sido y eso es Northern Lights. Una música que me atraviesa, hecha rayo. Que me lleva sutilmente por su propio camino, pero sin imponer sus notas. Invade todo mi ser, pero me deja espacio para seguir siendo. Como agua de lluvia que empapa, que va calando, muy despacio. Como el olor del ozono que anuncia que, allá lejos, está la tormenta. Y, mientras aspiras el olor a tierra mojada y escuchas resonar los truenos a lo lejos, sabes, que, aunque la lluvia te cale, hay un lugar en el que estás a salvo.
Os voy a leer Northern Lights y después os invito a escuchar Bosque indefinido y Northern lights gracias al enlace que aparece en el interior de la plaquette.
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