Ayer estuve viendo a Nilo Gallego, y, como todo lo que sucede este diciembre, sucedió y me transformó. Pasé por momentos de estupor e impaciencia, cabreo e incredulidad, cansancio y bostezo, sonrisa y complicidad, sorpresa e iluminación. En la escucha. Agobio. Tensión. Empatía. Espera, mucha espera. Pero en ningún momento quise marcharme. Quería verlo hastaSigue leyendo «Quise vibrar con el toque de aquella piel de tambor inmensa»