Cada vez que leo lo que he escrito en los días anteriores me parece marciano, muy lejano, como si le hubiera sucedido a otra persona, en otro lugar. Mientras escucho murmurar a los garbanzos, de madrugada, escribo.
Cuando contaba mis días la semana del 28 de marzo, había perdido el sueño, pasaba las noches en estado de alerta, agotada, pero con los ojos como platos. Una noche me ponía al día de golpe de todas las noticias, por ejemplo, y me asomaba por la ventana ya con la luz de la mañana a escuchar a los pájaros y a descubrir cantos de mirlo. Luego, ya, me acostaba. Escuchar el horror y escuchar a los pájaros. Ese mismo día, pero ya por la tarde, era cuando me asomaba por la otra ventana, la que da más al sur, con mi plato de ensalada, y tomaba el sol mientras comía. Siento que podría decir: el año pasado fue cuando empecé a coger la costumbre de tomar el sol y a comer de pie con el plato apoyado en el alfeizar.
Mañana será un día alegre en esta casa: llega un pedido de frutas y verduras. Frescas. Otro lujo. Esperar la llegada de la comida es el mayor acontecimiento estos días. Suerte que tenemos. Para mí que tengo techo y facilidades, se me está volviendo complicado entender los ritmos de las compras estos días. Puede que tenga que echarme a la calle, la logística me agota, es una de las cosas que me agotan estos días. ¿Preocupaciones burguesas? Preocupaciones de quien tiene todo lo material cubierto.
Yo, que no aplaudo, por puro pudor, porque me siento hablando al vacío, porque no le encuentro el sentido, -he batido palmas dos días, uno, por ver qué se sentía formando parte, otro, porque tenía a mi sobrina en línea, que es enfermera, y aplaudí para ella.
Pues bien, hoy, a punto de dar una voz a los señores del camión de la basura. Me apetecía decirles: «¡Hey, hola! Gracias, ahí estará mi basura, qué bien que os la llevéis, qué alegría que da escuchar el camión y esa energía y ese buen humor que lleváis» Igual he desaprovechado la oportunidad. Tal vez, mañana.
Me despido de los garbanzos y me voy a dormir, ahora que aún está oscuro.
Pd. Vuelvo aquí, siento que tengo que excusarme y contar por qué creo que no es tan importante si no sumo mis aplausos a los del resto. Debería no importarme. No sé si me importa. Pero si vuelvo aquí es porque algo me importa. El silencio, me importa mucho el silencio. Necesito el silencio.
Y hay días en que abro la ventana, miro, escucho un rato, y me vuelvo para dentro. Y el mundo sigue sin mí. No soy tan importante.
Espero que sí, que no te.dejes dentro ese grito de alegría o gratitud a los.barrenderos. No es otra forma de dar palmas, de.agradecer algo a un alguien anónimo pero cercano. Incluya mi grito en el.suyo si ve que le fallan las fuerzas.
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