Yoga: al encuentro del cuerpo, me abro a la posibilidad.


Os comparto esta ACRO YOGA JAM que se va a celebrar este fin de semana en Madrid Río. Es dirigida e integrativa. Reúne a las escuelas de Acro Yoga de Madrid y acoge tanto a acroyoguis avanzados como a principiantes que quieran acercarse a probar.

Sábado 18 de marzo. Hora: 17.30-19.30h
Lugar: Césped detrás del Matadero cruzando los primeros edificios en dirección hacia el puente al Centro Comercial Madrid Río. Metro Legazpi. Si llueve, se irá a una sala cercana.
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Cartel de Acro Yoga JAM por Akrobears.

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Desde el cuerpo, el horizonte

El primer día que fui a una sesión de AcroYoga estuve pensando en escapar en cada postura que se proponía, no me sentía capaz y mi mente colaboraba adelantando resultados funestos. Pero el brillo en los ojos de lxs compañerxs, y la curiosidad por la vida que quiero estaba allí. Alegría, confianza, compromiso, cuerpo, crecimiento, buen humor. Colaboración. Comunidad. Con la guía, el buen humor, el ánimo, la humanidad y el cuidado impecables de Javier Ercilla y Esther de Frutos.*
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Y me decía: «Ve hacia el miedo». Y me venía el pánico y presentía el vértigo. ¿Yo, ahí arriba, volando boca abajo, en una invertida, pies para arriba, sobre otro cuerpo? ¿Yo, abajo, cómo mi cuerpo va a ser capaz de sostener otro cuerpo?».  Y, confiando, me entregué en cada movimiento, flexión, giro, sostén, cuidado. Me centré en la escucha de mi cuerpo, en la escucha de los otros cuerpos. Y me acompañaba R., era también su primer día, y nos animábamos con el gesto, el cuerpo, la voz.

¿Yo, ahí arriba, volando boca abajo, pies para arriba, sobre otro cuerpo? Yo, abajo: ¿Cómo sostener?». 

Y, confiando, me entregué en cada movimiento, flexión, giro, sostén, cuidado. Me centré en la escucha de mi cuerpo, en la escucha de los otros cuerpos.


La energía del grupo y el desapego, propio, ajeno, al resultado; la confianza de las compañeras en mí, la diversión, el reto. El «¿y si probamos?» por encima del miedo a caer y hacer daño, o a que me dañe la caída, gesto, movimiento de la otra persona.
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Ayer vino C, era su primer día, y pude sentir la alegría y naturalidad de sentirme guía, cuidando y apoyando su primera experiencia en el grupo junto con R, tal y como ya hicieron y siguen haciendo conmigo. Y tal y como lxs demás compañerxs hicieron de forma natural. La generosidad es una parte importante en este Yoga de contacto, en el que la comunidad y el trabajo en grupos de tres hace que las emociones de la satisfacción, frustración, repetición, consecución, todo ello, se pueda compartir en el momento con las otras personas.

El «error» es bienvenido, el volverlo a intentar, el máximo cuidado y el sostén también lo son. Forman parte primordial. El cuerpo como principio, nutrir el interior y crecer como final.


La experiencia de AcroYoga me lleva a seguir,  sintiendo que no hay unos cuerpos que sí, y otros que no. Que es para todos los cuerpos y para todas las personas que partan de una movilidad que les permita realizar estas posturas, exigentes, algunas (muchas) con fuerte conexión con las asânas que ya conocemos del Hâtha Yoga.

Me lleva a seguir, ganando confianza, práctica, forma, aprendiendo sobre mí, mi cuerpo, mis posibilidades, mi fortaleza, mis miedos; aprendiendo de los otros cuerpos, de los otros miedos, fortalezas y posibilidades. Estableciendo lazos y vínculos.

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Me lleva a seguir, ganando confianza, práctica, forma, aprendiendo sobre mí, mi cuerpo, mis posibilidades, mi fortaleza, mis miedos; aprendiendo de los otros cuerpos, de los otros miedos, fortalezas y posibilidades. Estableciendo lazos y vínculos.
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Quizá la intensidad de la experiencia ocurra tal y como con una sesión de Yoga en la que el cuerpo, la mente y el espíritu comienzan la práctica en un estado puntual, que se va viendo modificado por la respiración, el movimiento, la intención;  y la movilización de la energía por los canales, con la apertura o calentamiento de los chakras protagonistas según la dirección del movimiento. Sesiones en las que se hace salir al karma, provocando la apertura y salida de esa huella que ya estaba ahí, en nosotros, que abre el espacio para liberar y sanar. Como hemos experimentado en nuestras sesiones de Hâtha Yoga. Y como hemos leído en el libro de Denis Criado: «El cuerpo consciente».

Y en esta búsqueda, como en la respuesta,  intermedian y participan los cuerpos: la mirada, la voz, la palabra, y el gesto compartido.

La diferencia entonces quizá sea que, aquí, mirarse al ombligo vale de poco y el ego se sostiene aún peor. No hay espacio. El espacio es para la concentración y la confianza mutua, la mirada interna y la mirada al otro. Podríamos decir que esto es como cuando buscas una calle y, o te vales del GPS, o bien renuncias a la pantalla y preguntas, como antes y como siempre, a otra persona.Y en esta búsqueda, como en la respuesta,  intermedian y participan los cuerpos: la mirada, la voz, la palabra, y el gesto compartido.
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Podría seguir contando lo que está suponiendo para mí el aprendizaje teórico entrelazado a la práctica del Yoga… Eso formará parte de otro post.
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*Esther de Frutos es profesora de Yoga y de Acroyoga en Madrid. Javier Ercilla es profesor de Yoga y de Acro Yoga también en Madrid. Formados en esta disciplina en Acro Yoga Montreal, ambos llevan la escuela de Acro Yoga Akrobears con sede en Madrid. Actualmente se encuentran organizando el encuentro de Acro Yoga Montreal en Madrid para el primer fin de semana de abril. El encuentro tendrá lugar en la sede de la Escuela Internacional de Yoga, fundada por Mayte Criado.

Tempo: de camino al propio cuerpo

Dos años después, me veo en Segovia, en la iglesia de San Nicolás.
Corro para llegar, no camino.

Y sin embargo, la emoción del encuentro. Las velas al
entrar. Recorriendo, para llegar, calles vacías a medio iluminar. El frío tensa
la piel del rostro. El sosiego que reina en el camino es un anticipo de que lo
va a suceder allí. «A continuación: no ocurre nada».* Solo nos
acompaña una brújula moderna, un GPS que nos va diciendo por dónde pisar, hacia
dónde torcer, qué lugares atravesar. Hay calles que no tienen salida, una
bordea el Acueducto y va en paralelo a un muro, tal vez muralla, que parece que
nunca acaba. Hay que decidir hacia dónde.

Pequeñas decisiones que nos construyen. Movimientos que nos conforman. Giros, miradas,
dedos señalando el próximo paso. Manos que anuncian el siguiente movimiento.
Flexión, extensión. Hacia dónde. Dónde mirar. Dónde escarbar. Dónde el
alimento. Cuello en flexión. Espalda en extensión. Músculo. Soporte. Suelo.
Vacío.

Hemos llegado callejeando. Entramos por una calleja y subimos unas apetecibles
escaleras. No es el camino marcado. Nos perdemos. Titubeamos. ¿Tan importante
es hablar de cómo se llega? De nuestros pasos el horizonte. Piedras nos
acompañan, la luz amarillenta del alumbrado, el encanto de lo silencioso,
callado, discreto, antiguo. De lo noble, vetusto, quieto. Como un árbol que
espera nuestra llegada. Y allí estaba, allí el misterio residía. Sin tú ni
siquiera saberlo.

El sonido del silencio

El lenguaje de Tempo es el del silencio. Tantas palabras y lo que intento es decir: Calla, escucha.
Ahora, escúchate. Respira. Mira a ver cómo el abdomen se hace globo, coloca allí tu mano. Vuelve a respirar.
Nota tus costillas, nota cómo elevas los hombros para

que quepa más aire, más vida, más silencio.

Y, mientras tanto, el cuerpo. El cuerpo presidiendo la piedra. La luz. La sombra.
Presidiendo y residiendo en el silencio, en el eco del soplido al apagar la vela. Residiendo
en el linóleo. Restituyendo al otro. Al otro cuerpo, el que no ve, el que
duerme, el que está cansado. El que bosteza.

El cuerpo resistiendo, milímetro a milímetro
su movimiento silencioso de felino,
su danza de signos, su dibujo de palabras
en el aire denso.
La piedra que acontece allí, la piedra.
El rumor de las letras que
se disipan en una pared.
El rumor. El estallido de luz que
dibuja poemas en el lugar en el que un día. La luz.
Un altar. El humo, el humo que
oculta, vela y desvela. El humus en el que
crece el humor que recorre la piel,
que es palabra, que es gesto, que es música.
Que se contrae y expande y se
convierte en humus-humor-amor.

Y la música. Y la piedra. Y el roce. Entonces, fue el roce. Y te envuelve. Todo
te envuelve. Los ojos alucinados persiguiendo el movimiento amarillo de las
velas, el movimiento aterciopelado del cuerpo, el movimiento ascendente del
sonido, el susurro del caer de un cuerpo, el murmullo al levantarse, el aire
que desplaza el brazo, el pétalo que se entrega y que cae. Cae. Cae.
El asiento. El asentir a la vida. La espera. El despacio. El muy despacio.
El casi nada. El  no hagas nada. El siéntate y espera.
Contempla. Escucha. Mira. Mírate. El silencio. Para.
Respira.
Escucha
¿Puedes oír cómo retumba el silencio?

El espacio

Esta pieza escénica ha sido mostrada en la Iglesia de San Nicolás de Segovia el 10 de febrero de 2023.
Originariamente fue estrenada el 23 de enero de 2021 en la Sala Pradillo de Madrid, y más tarde fue cartel en la Sala Cuarta Pared, también en Madrid. Este año 2023 ha comenzado representándose en diferentes puntos de la geografía,
como León y Segovia.

La música. El espacio sonoro

En esta representación del 10 de febrero, el cuerpo llega y va parando el ritmo de la semana, y la música ambient en directo de David Mata va preparando el cansancio hacia otro lugar, lo acuna, lo mitiga, lo diluye, lo transforma. Logra que los músculos se vayan destensando y que la cabeza se dirija hacia dentro, en lugar de tanto hacia fuera. El rostro se relaja, los músculos se van quedando en reposo. El cuerpo se queda quieto, disfrutando del silencio que esta música desprende El espacio sonoro recreado es tan rico, profundo, luminoso, esférico, que puedes llegara flotar si cierras los ojos.

La luz. El espacio lumínico

En esta pieza y en este espacio, la iglesia de San Nicolás, destaca la iluminación realizada  por Sergio García en una cálida emisión de luz de vela,  estratégicamente colocada, como apoyo a la ingeniería lumínica, que en esta caso es muy básica y ofrece menos posibilidades por el espacio del que se trata. Mediante velas de diferentes tamaños distribuidas por todo el espacio semicircular bajo el ábside, y en alguna altura aprovechando el recoveco, se logra un ambiente que retrotrae a otras épocas. En una iglesia románica como la de San Nicolás, compacta y humilde en su arquitectura, de una sola nave, resulta un gran acierto, ya que la piedra acoge y reverbera magníficamente la luz y la sombra. 


Auguramos a esta pieza escénica, Tempo, de la compañía Mery Dörpp, un rico recorrido presente-futuro por el paisaje escénico y cultural y deseamos que sea acogida gustosamente en las programaciones. Es un proyecto hermosamente diseñado y magníficamente mostrado al público en sus diferentes y versátiles -delicadas- puestas en escena hasta el momento.

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*Palabras pertenecientes al texto de la pieza.


«Tempo, un estudio del grado de celeridad, del tiempo, la escucha y  el tránsito»

Ficha técnica

Creación, dramaturgia, y dirección: María Escobar.

Textos: Kabir, H.D. Thoreau, Basilio Sánchez y María Escobar.

Intérpretes: María Escobar (Cuerpo), David Mata – Erissoma (Espacio sonoro) y Sergio García (Espacio lumínico)

Música original: David Mata – Erissoma

Diseño de iluminación: Sergio García

Confección falda: Lana Lezhneva

Edición proyecciones: David Tortosa

Diseño Gráfico: Chefer.

Fotografía: Manolo Pavón. Roberto Esteban. Emilio Tenorio. Rubén Sanz.

Vídeo: Eva Viera. Fernanda Carvalho.

Asistencia en el proceso: Chefer (física) y Almudena Ramos (metafísica).

Producción y distribución: Mery Dörpp.

Compañía: Mery Dörpp.

Agradecimientos: Teatro Pradillo, junto al Programa de Escuela de Artes Vivas, Sala Cuarta Pared, Poliana Lima y Lucas Condró, Rafa Campos y su Espacio en Blanco, Ana Salómé Branco, Tania Arias, Mónica Valenciano, Jonathan Martineau, Clara Girona, A mis hermanos -Elena, Isi y Ana-, a mi madre siempre, y a todo mi equipo presente y ausente.

In memoriam: A Juanma Recover, A José Sánchez Velázquez.

mariaescobar.com

@mery_dorpp

Imagen del programa, por Mery Dörpp.

Unplugged. Conectada al cuerpo.

Uno de los caminos posibles. Que se cruza con los otros. Transitándolo estamos. En la lectura y el estudio encuentro dirección, matices, raciocinios. En la práctica lo encuentro todo. Sensaciones, informaciones, intuiciones, alguna casi-certeza que solo en y a través del cuerpo puedo descubrir.

Mi cuerpo y todo lo que contiene. Campo de pruebas para la vida. Y, ayer, por las alturas. Este viaje no ha hecho más que comenzar. En el inicio, todo está por explorar.

Namasté.

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Practicando Matsyâsana, o postura del pez.

El romero y la aliaga. Feliz cumpleaños, mamá

La Alcarria, 1979.

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Hoy es el cumpleaños de mi madre, que me enseñó a peinarme, a mirarme en el espejo, a doblar las sábanas de lado a lado, a hacerme moños como Sofía Loren, a mirar y remirar las pinzas y las costuras de las prendas, a acariciar las telas, a captar de un vistazo la caída de los tejidos. A dar puntadas, a enhebrar el hilo, a usar un dedal. A hacer ganchillo y tejer un vestido para la Jesmarín. Un chaleco para la Barriguitas. A escuchar el croc y a quitar el rabito a las judías verdes; a contar las lentejas y a quitar las piedrecillas, retirando semillas y palitos que no correspondían. A mirar. Mi madre me enseñó a mirar. A descubrir las formas y los colores, a descubrir las texturas, con la vista y con el tacto. A describir las flores y contar los pétalos, a descubrir las formas geométricas en un jardín. A contar y sumar de cabeza. A descifrar los tamaños y las correspondencias en la naturaleza de las flores y de las plantas, a contar las hojas, a escrutar un árbol, a hablar con las plantas en sus macetas. Mi madre me enseñó a distinguir los tonos y las formas, a detectar la elegancia y la suavidad, en una forma artificial, en el campo en una forma natural. Me enseñó, con su mirada, a mirar los cuerpos, los pájaros, las montañas, cono obras de arte, como susceptibles de ser rememoradas, representadas, dibujadas, modeladas, coloreadas, descritas: en un lenguaje visual al que las palabras también alcanzan.

Con mi madre discuto sobre el tono de una tela, de una camisa, de una flor. Discutimos sobre la forma o tamaño de cualquier objeto que estemos viendo o recordando, e intentando comprender, describir, descifrar. Con mi madre se me agrandan los ojos, las orejas, se me abre el alma a algún lugar a partir del cual adentrarme en la belleza de las cosas.

Mi madre me enseñó a mirar por la ventana con nostalgia. A mirar ansiosa desde el terraplén las luces en la curva que anunciaban la llegada de mi padre. Me enseñó a temer las cuestas en el coche. En mí se ha quedado aquella parálisis, aquel miedo, al calarse casi vada día el coche conmigo y mi hermano dentro, volviendo del colegio, en la cuesta de Conde de Orgaz. Atravesávamos zonas señoriales, regresando de una escuela de barrio.

Mi madre, junto y frente a mi padre, me enseñó a callar. Me enseñaron primero a hablar, para luego callar. Siempre fue difícil callarme. Mi madre, junto a mi padre, junto a otros adultos de la familia y de fuera de ella, junto a la represión de este país que pasó una guerra, y una Acción Católica, y una posguera, y junto a toda aquella gente que pasó hambre, de ser, de hacer, de estar, de ver, de experimentar… y de comer. Todos ellos me enseñaron a ver el cuerpo, mi cuerpo, como objeto de pecado. (Punto y aparte).

Mis padres me dieron todo, comenzando por la vida. Me dieron una infancia atravesando barrancos, subiendo y bajando caminos de cabras, agarrándome al romero, arrancando tomillo, masticando una espiga, de pantalón corto y sim camiseta. Una vida de campo en fin de semana, veranos, semanasantas, puentes, fiestas. Me dieron el sol y la montaña, la tormenta y el barro, la fuente y la espiga, el romero y la aliaga, la grieta y la sed. El cielo y la tierra. Me dieron un pastor alemán de oreja gacha y su caseta de madera con techo de hojalata. Sultán. Me dieron un abuelo de ojos verdes, de Alcaudete, que sabía de la tierra, de hierbajos y ungüentos. Una abuela pequeñita, de Jaén, que limpiaba y cosía, que escribía cartas y leía las de vuelta a los que no sabían ni leer, ni escribir. Una abuela gallega de nariz prominente que se duchaba con agua fría y que al buscarnos al colegio nos llevaba «paciencias» con sabor a anís.

Me dieron un lenguaje para interpretar la vida. Me dieron lo que soy y lo que tengo. Y ahora. Desentrañar el misterio. Para seguir siendo.

Aftersun, de Charlotte Wells


Imagen: Aftersun, IMDB.

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Con la mente llena de verano, de primeros besos, de un padre ausente que ahora duerme en la cama de al lado, que te unta crema por todo el cuerpo como forma de protegerte. Frente al sol excesivo de la vida. Frente la demasiada luz. Frente al deslumbramiento por exceso de verano.

Reivindico el verano en nuestras vidas. Cuando nos reencontramos con ese otro yo que mora en nuestras profundidades, bajo la piel de invierno, y que se destapa y sube a superficie. Ese descontraer el cuerpo, el músculo, la piel.

Los relatos de paso a la madurez, volviendo a Aftersun, el film que nos ocupa. La pulsera amarilla que todo lo concede. El verano y sus diferencias. Por edades, por capacidades económicas, por posibilidades de convivencia y margen de movimiento. El verano y sus confluencias. El hotel en una ciudad no europea que todo lo iguala. Que a todos concede la posibilidad de ser. De ser turista, de ser servido, de ser conducido por un recepcionista hasta nuestra habitación. A otros pocos, de ser, y tener.

El verano como catalizador de emociones estivales. El agua como el líquido amniótico en el que nacemos, del que salimos y entramos como en un bautizo perenne, que nos renueva en cada baño, que nos hace olvidar quiénes somos, quiénes éramos antes de llegar, quiénes fuimos bajo la capa de piel que ahora renovamos. Quién seremos, después, tras el final del verano y en quién nos convertiremos, más adelante, cuando termine ese verano simbólico que es la adolescencia, cuando ya no haya más remedio que crecer. En qué ser adulto nos convertiremos. En cada paso hacia dentro de nosotros mismos, en cada paso hacia la claridad y transparencia del cloro. Qué huellas dejará en nosotras el sol. Qué rastros dejará la crema.

Y mientras tanto, el adulto. El que se hace cargo. El que hace «movimientos ninja» mientras intenta encontrar la calma en un momento concreto y difícil de su vida. Con libros de meditación en la mesilla.

La película es tierna. La historia es íntima. En realidad, no pasa nada, mientras va pasando todo. Mientras una persona crece como crece la marea por la noche. Mientras una niña espía cómo es irse haciendo mayor. Mientras escucha accidentalmente en el baño, o mientras se acerca a los que ya beben cerveza y juegan al billar entre ellos, sin un adulto de por medio.

La importancia del cuerpo, que se muestra relevante en algunos momentos de novedosa preocupación, de soleada sensualidad. De un vestido, de una trenza de verano adornando la melena.


Y la cámara en mano, siempre, con pixelados analógicos de color pastel, que es el color de la relación entre Calum y su hija, Sophie. Una relación dulce y cómplice. Con mucho aire, mucha piel, mucho tiempo para conversar, mucho verano por delante, aunque las clases estén a punto de comenzar. A la vuelta de la esquina ya no quedarán ni piscina ni arena de playa ni recepcionista de hotel. Quedarán los recuerdos, quedará la película que los inmortaliza, quedarán la sensaciones en el cuerpo y el rastro en la piel de lo que quema. El olor de la crema: el recuerdo. Lo nutritivo del cuidado paterno para calmar el exceso de sol. El vacío. El amor.



Aftersun, 2022.

Metraje: 1h 42 minutos.

Dirigida por Charlote Wells.
Guion: Charlote Wells.
Protagonizada por: Paul Mescal, Frankie Corio.
Idioma original: Inglés.

Personajes, reparto
Calum Aaron Patterson: Paul Mescal.
Sophie Lesley Patterson: Frankie Corio.
Toby: Harry Perdios.
Sophie adulta: Celia Rowlson-Hall.

La escritura. Comprar los lápices. Afilar la punta.


La escritura como camino. Se elige y nos elige. El acto simple de descifrar los signos, el acto simple de construir los signos  Aparentemente simple. Los signos. Las herramientas. El espacio. La oportunidad. Saber leer. Saber escribir. Comprar los lápices. Afilar la punta. La posibilidad.. La lectura como alimento. Los libros. El lugar. La posibilidad.

Presentación de «Relatos con dos orillas» de Óscar Battistón en Ateneo La Maliciosa, Madrid, el 25 de enero de 2023

«A través de la voz de mi padre nuestras cabezas se llenaban de personajes»: Juan Mayorga, posible lectura

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Visto en el metro en el mes de enero de 2023.

De libro de viejo a libro objeto: sesión de transformación LetraLAB (Parte I)

Tuve el gusto de abrir el año con la sesión del proyecto colectivo LetraLAB del 17 de enero: De librería de viejo a libro objeto: sesión de transformación, para la cual propuse una intervención sobre libros, o la creación de libros-objeto. La sesión consistió en reunir la osadía de abrir las páginas de un libro de viejo, profanarlo, y convertirlo en algo que antes no era. Con lápices, tijeras, pegamento, lanas, colores, plastilina y periódicos viejos… la transformación aconteció.

Aquí os dejo el cartel que hicimos para la sesión, así como imágenes tomadas antes de la misma.

(En la segunda parte publicaré el resto de imágenes).

Gracias a todas por participar. Gracias a las compañeras de gestión por el apoyo. Seguimos los terceros viernes de cada mes en la zona de metro Legazpi de Madrid. En el espacio cedido por Medialab Matadero celebramos Letralab. Un proyecto de largo recorrido iniciado por https://www.genomapoetico.com/ en la época de La Ingobernable y que ha pasado por unos cuantos espacios. Continuamos organizando y celebrando el taller con ilusión y convencimiento personas de diferentes edades, lugares, disciplinas, colectivos… Siempre en torno a la palabra… y el papel.

De librería de viejo a libro objeto. LetraLAB, 17 de enero de 2023.

Vente a esta sesión de #LetraLAB a amadrinar un libro. Tacharemos, oscureceremos, iluminaremos. Profanaremos sus páginas. Convertiremos textos plomizos en pura poesía. Páginas mohosas en lienzo.
Hemos rescatado libros que fueron dando tumbos de una estantería a otra, de un deshaucio, una despedida, una demolición, una muerte, una separación… Nosotres les daremos vida. Otras palabras surgirán de su interior apolillado. ¡Aún hay esperanza!

La sesión estará participada tanto por personas asiduas como por quien tenga el gusto de acercarse a conocernos y compartir este espacio de creación y cobijo. Habrá materiales a disposición. Tráete un libro que te apetezca transformar. Contamos con algunos libros viejos si tú no puedes traerlo.

Aurora Feijoo, escritora, traductora, editora, nos introducirá comentando su experiencia con la plaquette creada a través de esta forma de intervención para dar vida a lo viejo: northern lights.
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«northern lights [¨] es una plaquette de poemas fruto de la escucha de la pieza sonora de Tomás Flórez, de la cual coge el nombre, y sus palabras han sido extraídas a partir de la técnica de velar-desvelar a través de las páginas de un libro intervenido. La plaquette es una edición tamaño A6 de 20 páginas, impresa en Gráficas Almeida, en el barrio de Carabanchel de Madrid, con una alta calidad en los acabados, tanto en los papeles escogidos, como en la impresión final.»
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https://desdemiterritorio.com/northern-lights/#listen-to-y-poemas
https://desdemiterritorio.com/bio/
https://linktr.ee/desdemiterritorio
@maedagua.es
@desdemiterritorio

Anti-balance. Dentro-fuera. Mirada y horizonte

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Enero 2023 en el barrio de Graça, Lisboa. Imagen: R. S. G.

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Ha llegado 2023, que es ya ventitrés años pasado el 2000-odisea-del-espacio que parecía tan lejos hacia delante, y ahora se ha quedado tan lejano hacia atrás. Y a tres años del Filomena, y a tres años del encierro, y de los paseos escuchando a Anna Stereopoulo, y del quilómetro y medio, de las gafas de sol a lo Sofía Loren, como parapeto para la compra y… Y el tiempo se acumula. Hay algo familiar que viene y me pesa y es que escribo poco, peleo mucho y siento que el tiempo se me escapa y es como si un tren recorriera mi cuerpo perdiéndose en todos los recovecos. Y mi mente-pájaro, mi mente-gato, recorren cada grieta, cada hendidura y se pierden sin alcanzar a dar el rodeo que los salva, esa visión que está ahí, al alcance de la mano con tan solo elevar un poco el vuelo y se dibuja un recorrido, con sus fugas y sus atajos.

Fugas, atajos, escondites. La vida ¿de qué va?

¿De caminos? ¿Atajos? ¿De fugas? ¿Jugar al escondite?

De subir a los altos a contemplar el paisaje. De caminar, caminar, caminar. De observar el reflejo, del sol. De jirones de colores. De recuentos. De cálculos y miradas de reojo. De copas de vino y de suelas de zapato.

De volver a una y entrar en foco, de recuperar el orden de antes de: la fiesta, el bicho, la mascarilla, el sindicato, la gata, el teletrabajo, las navidades, los regalos, el dinero, la ansiedad, las culpas, las cenas de tu-jersey-es-como-un-espumillón, el azúcar en su círculo arriba-abajo-arriba.

Como si solo tener llenara algo más que los armarios.

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Volver al ser, en una, hacia dentro.

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