Desde que comencé a dansar escribo dansar con s como a Sophia. Danso en mi cocina descalza. Danso sola para los gatos. Me gusta dansar sin música el tiempo que la ampolleta de mi Abuelo Raúl mide: 10 minutos. Puedo dar la vuelta a la ampolleta y dansar 10 minutos más. Puedo dansar así hasta el infinito. Tengo diabetes tipo 2, debo dansar por dia 30 minutos. También pongo la caja de música a sonar y danso. Es la caja de música que mi madre me trajo del aeropuerto de Frankfurt, al final de los años 60, cuando volvió de un congreso de botánica en Darmstadt. Esta caja de música es un abeto con una pareja de pájaros detrás. Es de color rosa y verde. Hay una novela de Stendhal que se llama Le rose et le vert. Aún no la he leído. Pero tengo el libro. Lo puedo leer. Me gusta pensar en estas cosas mientras danso. Mientras danso, pienso. Pienso y giro. De girar y de dirigir. Cuando danso, raciocino y raciocino mejor. Cuando danso, rezo por la paz. Mientras danso, descanso. Mi páncreas mejora. Solo cosas buenas. Tengo un casete de rock yugoslavo que mi intérprete en Sarajevo, Amra, me grabó. Estuve en Sarajevo en mayo de 1991. También danso rock. Dansar es leve e intenso como dice Teresa Amado.
4/8/14
Adília Lopes, MANHÁ
Assírio & Alvim, 2015.
Traducción: Aurora Feijoo